domingo, 26 de enero de 2014

El hombre que escribía comedias después de muerto

   Parece que Lope de Vega (1562-1635), como el Cid según la leyenda, se resiste a morir, pues esta semana se confirmó la noticia de que se le ha atribuido una nueva comedia. La historia es la siguiente: 
   De todas las obras que Lope compuso no se encontraron libros o manuscritos sino de unas pocas (unas 400). Sin embargo, el propio Lope aseguraba haber compuesto hasta 1500 e incluso elaboró una lista de sus títulos. Sucedía que las comedias se escribían con la única intención de ser representadas y sus manuscritos circulaban entre las compañías de actores, pero raramente pasaban a publicarse en libro y no había por qué guardar las copias que servían para los ensayos. Durante el siglo XVII, pues, se estrenaron miles de obras de las que nunca se tendrá noticia. Hay que recordar que el teatro, por entonces, se convirtió en un verdadero espectáculo de masas y necesitaba un buen número de autores, de obras y de compañías para contentar a un público verdaderamente amplio.
   Lope, además de ser el autor teatral más conocido, compuso comedias a un ritmo frenético y llenó una y otra vez los teatros con esa tremenda cantidad de versos (aquí tenéis una muestra). Exagerara o no en el número de sus obras, los filólogos suelen coincidir en que compuso entre 300 y 500 (aquí hay una lista con 414) y que muchos de los títulos se perdieron, pues de ellos no sobrevivió ninguna copia. Estas obras perdidas de Lope podrían llegar a ser más de 200. 
   Pues bien, revisando el archivo del duque de Osuna en la Biblioteca Nacional se encontró un manuscrito cuyo título coincidía con una de esas comedias perdidas. Un investigador comprobó que, efectivamente, era la copia hecha por el director de una compañía en 1631, unos 16 años después de que Lope la compusiera. El documento, que puede consultarse íntegramente en la Biblioteca Digital Hispánica, tiene mucho encanto para quien muestra interés por lo literario, pues tiene una caligrafía apresurada y es bastante descuidado. 
   Sobre todo, permite darse cuenta de cómo trabajaban y qué medios utilizaban los verdaderos incomprendidos de esta historia: toda aquella gente que, con miles de versos en la cabeza, se dedicaba a representar aquellos textos, que hoy se admiran desde cómodas butacas, mientras daban tumbos de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo comiendo mal, durmiendo poco y cobrando menos a cambio de su ingenio, ya fuera escaso o portentoso. Sin ellos y sin la fama que le proporcionaron, Lope no habría pasado de ser otro meritorio poeta más. Recordémoslos viajando apiñados en carretas o cosiendo sus propios trajes, como muchos actores siguen haciendo aún ahora.
   No es que sea una aventura de Indiana Jones, pero la historia de la literatura, por modesta que sea,  aún puede resultar emocionante.


miércoles, 15 de enero de 2014

Gelman

   Puede ser injusto dedicarse a hablar de los poetas justo cuando acaban de morir, pero los obituaruios tienen esta misión de homenaje que es discutible, pero muchas veces inevitable. Sobre todo si se estiman su obra y su persona.
   De Juan Gelman leí muchos de sus artículos, combativos, documentados y meticulosos, y parte de su labor periodística podéis encontrarla en su bitácora o en el diario para el que trabajaba. También leí una buena parte de su poesía.
   Ambas tareas en Gelman se distinguían porque la poesía ocupaba aquella realidad a la que el periodismo no puede llegar: la de las dudas, el territorio de la incertidumbre. Precisamente gran parte de su poesía surge de la tragedia personal que compartió con muchos argentinos: la desaparición de su hijo, nuera y nieta, a la que, casi milagrosamente, pudo encontrar.
   Este es el poema que alude a la desaparición:

el 24 de agosto de 1976
mi hijo marcelo ariel y
su mujer claudia, encinta,
fueron secuestrados en
buenos aires por un
comando militar.
como decenas de miles
de otros casos, la dictadura
militar nunca reconoció
oficialmente a estos
“desaparecidos”. habló de
“los ausentes para siempre”.
hasta que no vea sus cadáveres
o a sus asesinos, nunca los
daré por muertos.

   Por supuesto, su poesía abarca muchos otros temas:


Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

  La relación de su poesía con la muerte era estrecha, tanto que su primer poema publicado se titulaba "Epitafio":
 
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.

   Sirva para despedirlo. Aquí podéis encontrar más: http://amediavoz.com/gelman.htm 


Juan Gelman