jueves, 16 de marzo de 2017

Aún hay sorpresas

   Parece mentira, pero aún no se conoce todo sobre el pasado, ni mucho menos. Y esto afecta, por supuesto, también a la literatura. Piensa un momento: ¿crees que aún pueden quedar textos por encontrar, libros ocultos, manuscritos perdidos, ediciones escondidas en la cripta de algún monasterio?
   Con tantos filólogos, historiadores y ratones de biblioteca que han circulado por ahí durante siglos, parece difícil, ¿verdad? De hecho, semejante circunstancia, ya poco frecuente, inspira más literatura que realidad, como ocurre en El nombre de la rosa, de Umberto Eco, o en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Borges.
   Aún así, siempre acaban por aparecer, como por arte de magia, esos pergaminos arrugados, códices cubiertos de polvo, hojas escritas por el reverso. Fijémonos, por ejemplo, en los escritos de Robert Walser. O en algo tan antiguo como las jarchas, rescatadas en los años 50. O lo que ahora ocupa las páginas de la prensa cultural: la novela perdida de uno de los mayores poetas en inglés del s. XIX y de todo Estados Unidos, Walt Whitman.
   Pues sí, al parecer un joven que estudiaba el doctorado buscó referencias a una novela en los papeles de Whitman y ¡la encontró publicada por entregas en un diario! En este artículo se explican muy bien el descubrimiento y las características de Vida y aventuras de Jack Engle. Puede que al propio autor no le gustara demasiado que la leamos 160 años después, pero aquí está. Con toda la emoción y el misterio que nos supone a los que sentimos debilidad por estas cosas.