Una introducción a Misericordia, de Benito Pérez Galdós
¡Vaya con las cosas de
este desarreglado mundo! (cap. 4)
Parece una perogrullada,
pero la primera condición para que exista compasión (o sea,
misericordia) es que debe haber miseria de la que
compadecerse. Y de ella vais a encontrar bastante en esta novela.
Galdós decidió dirigir el foco a la gente y los lugares más
míseros de todo Madrid, lo que en la época equivalía a decir de
toda España. No era la primera vez que lo hacía, pues conocía bien
esos ambientes y los había utilizado en parte en otras novelas como
Fortunata y Jacinta (1886-7) o Marianela (1878).
Sin embargo, en
Misericordia (1897) no solo aparecen pobres, sino que se trata
de una historia sobre la pobreza, la desigualdad y la injusticia. Su
sentido es, como casi todas las obras de la época, profundamente
moral. Tanto en su génesis como en su intención pretende plantearse
ciertas cuestiones ineludibles sobre la situación de la sociedad y
la responsabilidad y ética de cada individuo. Son preguntas y
situaciones nada cómodas para nosotros, los lectores, y para las que
no hay una respuesta satisfactoria: ¿por qué los pobres son
pobres?; ¿y los ricos?; ¿qué es ser bueno?; ¿tiene sentido
heredar?; ¿existe una verdadera justicia?; ¿cuál es el papel de la
religión? Y un largo etcétera.
Estas cuestiones se
desarrollan según conocemos, como lectores, la historia de la
protagonista, Benigna, la señá Benina o simplemente Nina. A partir
de ella, Galdós intenta mostrar lo mezquinas, egoístas y cínicas
que pueden ser las respuestas a las preguntas anteriores y lo
asumidas que están por todos en una sociedad de señores y criados,
de propietarios y desposeídos.
Puede parecer difícil
entretener a alguien (millones de lectores en este caso) con la
historia de esta mujer fea y mayor, que se patea todo Madrid buscando
cuartillos, ochavos, reales, perras chicas o gordas, pesetas o duros
con los que aliviar el hambre de cada día. Puede que no parezca una
aventura extraordinaria, aunque en cierto modo lo sea más que una
vuelta al mundo. Pero os aseguro que funciona.
Benina vive en un mundo
injusto, sin ordenadores, automóviles o teléfonos, pero, por
desgracia, muy semejante al nuestro. Los pobladores de ese mundo son,
también, soberbios, engreídos, orgullosos e individualistas. Cada
uno mirará por lo suyo; todos... menos Benina. Ella, que es buena
con todos, ¿lo es para consigo misma?
Esta protagonista de
nombre simbólico irá engrandeciéndose conforme avance la historia,
haciendo virtud de sus defectos y reparando las fugas de las vidas de
los demás. Y parecerá invisible, aunque esté presente. Se cargará
el peso de los errores del resto... como si nada.
Su relato es conmovedor,
terrible pero esperanzado. Galdós, que antes tanto se había fijado
en los políticos y en los grandes nombres, parece preferir ahora el
ejemplo antiheroico de los marginados. Mirarse en su espejo es mucho
más impactante.
Si os gusta la Historia
encontraréis en esta novela una reproducción acertada de los usos,
las costumbres y el habla de hace 115 años, tal y como los autores
realistas, como Galdós, siempre pretendieron. Pero hay mucho más:
amores, ilusiones, traiciones y hasta cotilleos.
Entrad con el narrador
al atrio de la iglesia de San Sebastián, en el viejo Madrid de los
Austrias. Allí os enseñará quién es Benina y por qué anda
pidiendo limosna. Seguidla.
Aquí
podréis encontrarla y averiguar muchas más cosas sobre esta novela
y su autor. Otra versión online está en Wikisource.
Este enlace lleva a la versión
teatral de RTVE. En este podcast
se comenta la obra (a partir del minuto 10).
Mendigos en Madrid a principios del s. XX |