No
creo que descubra nada si afirmo que una de las maneras más
interesantes de leer es escribir. Lo sabía, por supuesto, Borges,
que ya puso a un personaje suyo a reescribir, precisamente, el
Quijote. Crear la voz de un narrador que cuente la historia de
unos personajes como don Quijote y Sancho supone, desde luego,
entender cómo se comportaban en el relato original, que tan lejano
parece.
El propósito de
estos capítulos totalmente apócrifos es sacar a sus protagonistas
de la urna del museo, experimentar con ellos, actualizar su trama
(tal vez hasta el disparate). Sospecho que a Cervantes, en esta
ocasión, no le habría importado tener semejante número de
usurpadores, pues se aprecia en ellos un cariño que no tuvo
Avellaneda, cierta familiaridad, un punto de comprensión y
amabilidad con sus criaturas.
No se puede
encontrar un hilo argumental en este puñado de historias, aunque
ciertos aspectos comunes hacen sospechar que algunos significados de
la obra original han permanecido ocultos para los expertos hasta que
los autores que aquí se recogen los han podido interpretar.
Me refiero, por
ejemplo, a la extraña relación sentimental que se establece entre
don Quijote y Sancho, sus diferentes viajes por mar y tierra a
Italia, la Galia o la Tierra Media, los extraños sueños de don
Quijote o la alusión al tiempo que pasó en coma, sus encuentros con
gente extraña como Légolas o Marty McFly...
En definitiva,
estos autores han logrado forzar la maravillosa máquina narrativa
creada por aquel tipo mediocre conocido como Cervantes para obtener
una nueva cosecha de ocurrentes invenciones. Disfrútenla. ¡Salud!
También podéis llegar a ella por este enlace.