domingo, 2 de noviembre de 2014

El mundo está desarreglado

Una introducción a Misericordia, de Benito Pérez Galdós


¡Vaya con las cosas de este desarreglado mundo! (cap. 4)

   Parece una perogrullada, pero la primera condición para que exista compasión (o sea, misericordia) es que debe haber miseria de la que compadecerse. Y de ella vais a encontrar bastante en esta novela. Galdós decidió dirigir el foco a la gente y los lugares más míseros de todo Madrid, lo que en la época equivalía a decir de toda España. No era la primera vez que lo hacía, pues conocía bien esos ambientes y los había utilizado en parte en otras novelas como Fortunata y Jacinta (1886-7) o Marianela (1878).
   Sin embargo, en Misericordia (1897) no solo aparecen pobres, sino que se trata de una historia sobre la pobreza, la desigualdad y la injusticia. Su sentido es, como casi todas las obras de la época, profundamente moral. Tanto en su génesis como en su intención pretende plantearse ciertas cuestiones ineludibles sobre la situación de la sociedad y la responsabilidad y ética de cada individuo. Son preguntas y situaciones nada cómodas para nosotros, los lectores, y para las que no hay una respuesta satisfactoria: ¿por qué los pobres son pobres?; ¿y los ricos?; ¿qué es ser bueno?; ¿tiene sentido heredar?; ¿existe una verdadera justicia?; ¿cuál es el papel de la religión? Y un largo etcétera.
   Estas cuestiones se desarrollan según conocemos, como lectores, la historia de la protagonista, Benigna, la señá Benina o simplemente Nina. A partir de ella, Galdós intenta mostrar lo mezquinas, egoístas y cínicas que pueden ser las respuestas a las preguntas anteriores y lo asumidas que están por todos en una sociedad de señores y criados, de propietarios y desposeídos.
   Puede parecer difícil entretener a alguien (millones de lectores en este caso) con la historia de esta mujer fea y mayor, que se patea todo Madrid buscando cuartillos, ochavos, reales, perras chicas o gordas, pesetas o duros con los que aliviar el hambre de cada día. Puede que no parezca una aventura extraordinaria, aunque en cierto modo lo sea más que una vuelta al mundo. Pero os aseguro que funciona.
   Benina vive en un mundo injusto, sin ordenadores, automóviles o teléfonos, pero, por desgracia, muy semejante al nuestro. Los pobladores de ese mundo son, también, soberbios, engreídos, orgullosos e individualistas. Cada uno mirará por lo suyo; todos... menos Benina. Ella, que es buena con todos, ¿lo es para consigo misma?
   Esta protagonista de nombre simbólico irá engrandeciéndose conforme avance la historia, haciendo virtud de sus defectos y reparando las fugas de las vidas de los demás. Y parecerá invisible, aunque esté presente. Se cargará el peso de los errores del resto... como si nada.
   Su relato es conmovedor, terrible pero esperanzado. Galdós, que antes tanto se había fijado en los políticos y en los grandes nombres, parece preferir ahora el ejemplo antiheroico de los marginados. Mirarse en su espejo es mucho más impactante.
   Si os gusta la Historia encontraréis en esta novela una reproducción acertada de los usos, las costumbres y el habla de hace 115 años, tal y como los autores realistas, como Galdós, siempre pretendieron. Pero hay mucho más: amores, ilusiones, traiciones y hasta cotilleos.
   Entrad con el narrador al atrio de la iglesia de San Sebastián, en el viejo Madrid de los Austrias. Allí os enseñará quién es Benina y por qué anda pidiendo limosna. Seguidla.

   Aquí podréis encontrarla y averiguar muchas más cosas sobre esta novela y su autor. Otra versión online está en Wikisource. Este enlace lleva a la versión teatral de RTVE. En este podcast se comenta la obra (a partir del minuto 10).

Mendigos en Madrid a principios del s. XX

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