viernes, 3 de febrero de 2012

Poesía del montón

   Como en clase no nos da tiempo a tratar estos temas, aprovecho para incorporar aquí, para el que guste, dos poemas de Wislawa Szymborska, una de las poetas más importantes de la segunda mitad del s. XX. Ha muerto esta semana, pero los medios de comunicación no le han dado tanta importancia como a una curiosa y borrosa jugada de cierto partido. Un recuerdo suyo y una pequeña antología.

UNA DEL MONTÓN
Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.

Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.

En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.

Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.

Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.

Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.

Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.

Un tipo de mala estrella
que para algunos brilla.

¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?

¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?

El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.

Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.

Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.

Versión de Gerardo Beltrán


LA REALIDAD EXIGE...

La realidad exige
que lo digamos bien claro:
la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas y en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.

Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó,
hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora.
Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbor y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y solo un frente atmosférico amenaza
los florecientes jardines cercanos a Verdún.

Hay tanto de Todo
que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música
y en la cubierta, al sol, bailan las parejas.

Pasan siempre tantas cosas
Que seguro tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados
cercado por los niños.

Donde estaba Hiroshima
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.

No le faltan encantos a este hermoso mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertar.

En los campos de Macejowice
La hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.

Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de cedros y bosques de abedules,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.

Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.

En esos desfiladeros trágicos
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable:
la imagen nos da risa.

De "Fin y principio" 1993
Versión de Abel Murcia

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