domingo, 23 de octubre de 2016

¿Quién es Bob?

  Esta debería ser, en principio, una pregunta muy sencilla de responder. Al fin y al cabo Bob Dylan es alguien muy muy famoso y hay cientos, miles de páginas y textos sobre él. Más aún, desde luego, una vez que la academia sueca ha decidido concederle el premio Nobel de Literatura, como ya se barruntaba que podía pasar desde hace unos veinte años, cuando se empezaba a difundir la noticia de que varias instituciones lo habían propuesto.
   Pues el día llegó la semana pasada y se ha montado bastante revuelo. Unos creen que el premio debería ser para escritores, no para alguien que no se dedica a la literatura; otros, que sus canciones son obras maestras de la poesía; otros, que no deberían conceder el premio a alguien ya conocido, que debería servir para difundir la obra de otra persona que no sea "leída" a nivel mundial; otros, en definitiva, que los de la academia lo han hecho para llamar la atención; los más histéricos, que esto supone prácticamente el fin de la literatura y, sobre todo, de su reconocimiento social.
  Y yo creo que ninguno tiene razón. Para empezar, todo premio literario es un mecanismo del que se sirve la comunidad (el mundillo) para legitimar, desprestigiar, encumbrar o destacar un estilo, una postura, una estética o un principio moral. Además, en ningún caso un premio supone que una obra esté por encima de las demás (la posteridad lo ha demostrado con frecuencia), sino que se le quiere dar más importancia, lustre o atractivo por alguna de las razones anteriores, a veces más pensando en la política o en la historia. De ahí que otro Nobel fuera para Churchill o para el infumable Echegaray. Vamos, que no hay que olvidar que cualquier premio es arbitrario y de consecuencias limitadas.
  Lo curioso es que, en este caso, el premio es literariamente irrelevante: supone un elogio, desde luego, pero de un estilo de composición musical que no tiene posibilidades en la literatura y que en poesía resultaría desastroso. Pero también es irrelevante en el sentido de que Bob Dylan hace muchísimo tiempo, unos 30 años, que no representa ninguna de esas otras posibles motivaciones sociales o culturales del premio (moral, política, ideológica, estética...) De hecho, es curioso, casi paradójico, que el premio destaque ahora al compositor/letrista Dylan cuando lleva todo este tiempo reivindicándose solo como músico, encerrado en su gira eterna de más de 60 conciertos al año y publicando disco tras disco sin dar una sola entrevista. Hace décadas que Dylan no actúa como el típico cantautor ni protesta ni aparece en los medios ni hace nada extravagante o contestatario: solo se sube al escenario, dirige a una banda de músicos excelentes, canta por la comisura de los labios durante una hora u hora y media, acaricia un teclado y a veces, cuando tiene ganas o fuerzas, vuelve a arrancarse con la armónica. Así ha decidido comportarse en las últimas décadas, como si su rebeldía de anciano consistiera únicamente en tocar y tocar sin decir una palabra más que las que canta.
   Entonces, ¿qué sentido tiene el premio? La verdad que a mí se me escapa, como creo que apenas le importa al propio Dylan. De hecho, ya no estuvo en la ceremonia de los Oscar en la que también ganó el premio de cine más glamuroso con una canción sin estribillo (actuó vía satélite). Sin duda se trata del mayor músico popular del s. XX, pero la música tiene muy poco que ver con la literatura actual. Como texto literario sus canciones son muy curiosas, diferentes a muchas otras, pero son canciones, no poemas, y rompieron los esquemas de la música de su tiempo precisamente por serlo y siguen rompiendo ciertos esquemas hoy, revelando un sonido que otros muchos envidian o imitan. Sus melodías, sus arreglos de armónica, sus frases interminables, sus estrofas hipnóticas, sus historias desoladoras y sus tonos desgarrados siguen grabados en la cabeza de miles de personas. Será imposible olvidarlos.
   ¿Han querido premiar al mayor compositor de canciones (songwriter) de la historia de la música popular? Tal vez. Pero componer y arreglar canciones es la dedicación del músico, no la del poeta ni la del novelista ni la del dramaturgo. Que Dylan haya sido tan extraordinario como músico no significa nada para la literatura, aunque sus discos hayan supuesto para el público mucho más que la mayoría de los libros que leerán nunca. Tal vez sea eso lo que duele a los literatos, que deberían tener en cuenta que casi siempre ha sido así.
   Así que, al día siguiente de conocer la noticia del premio, no hay mayor símbolo que volver a cantar, por enésima vez y con esa media sonrisa, la canción más admirada de la historia de la música popular: Like a rolling stone.



PD: si no conocéis la música de Dylan hay mil sitios por los que empezar, desde las versiones de Clapton, Micah P. Hinson, Bryan Ferry o Guns'n'Roses hasta los álbumes completos de Blonde on Blonde, Highway 61 revisited, Blood on the Tracks, Love and Theft, Time out of Mind o The Freewheelin' Bob Dylan. Canciones inolvidables son Mr. Tambourine Man, Hurricane, Masters of War, Just Like a Woman, You're a Big Girl Now, I Want You, Subterranean Homesick Blues, Desolation Row, Tangled up in Blue, Not Dark Yet y unas buenas decenas más.

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